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4/5/17

10 LECCIONES DE VIDA DE LUIS HERNANDO BERNAL SABOGAL

10 LECCIONES DE VIDA 
DE LUIS HERNANDO BERNAL SABOGAL
(Homenaje póstumo 1962- 2017)*


Por Oswaldo Bernal
La más valiosa de las herencias que mi padre nos dejó.

Un hombre, un esposo, un padre, un hermano, un amigo Luis Hernando Bernal Sabogal mi padre, a quien tuve la suerte de conocer así como muchos de ustedes lo conocieron, nos convoca aquí porque con su particular forma de ser dejó huella en cada uno de nosotros, y por eso, decidimos venir a despedirlo en su último viaje. Sin embargo, él generosamente nos deja 10 lecciones de vida que a continuación comparto con ustedes:

1. ALEGRE: Procuren estar alegres, aunque no siempre sea fácil. Él siempre tenía un chiste, una broma, un comentario pícaro sobre cualquiera, nadie se salvaba y  sin embargo, procuró siempre el respeto de todos.  Porque “la vida hay que cogerla como venga” le decía hace poco un amigo, y mi padre bien sabía de eso, porque su vida, nunca fue fácil, y aunque no siempre pudo poner una sonrisa a todo, siempre trató de afrontar las duras pruebas de la vida con jovialidad. 
  

2. TRABAJADOR: Como la vida le enseñó a través de su padre y su madre, sus hermanos, su familia y sus amigos: hay que trabajar duro. Era un hombre incansable y por todos los medios siempre estuvo al frente de muchos proyectos personales, laborales, políticos; siempre activo, nunca desdeñó de sus obligaciones, aunque criticó a los holgazanes. El trabajo fue uno de sus motores, le encantaba y apasionaba, por eso casi no se tomaba vacaciones.

3. LEAL: Fue un hombre cuya lealtad difícilmente encuentre un par; porque aunque tenía muchas personas conocidas como las que hoy nos acompañan, muchos compañeros de trabajo, política, fútbol y diversos intereses, mantuvo su lealtad a quienes a lo largo de su vida siempre lo apoyaron, aunque no siempre se ganaran las elecciones para la alcaldía, o aunque "millitos" no siempre ganara como debía. En cualquier caso, él siempre estuvo ahí, firme, “sin voltearse” como él mismo decía; porque uno debe tener carácter y ser leal con los suyos.

4. POLÍTICO: Mi padre desarrolló su vida de la mano de la política, un miembro activo del partido conservador colombiano, un hombre convencido de que a través del ejercicio político  y público se puede ayudar a los demás, no siempre tan rápido, ni de la forma en que muchos desearían, pero consideraba que era un escenario privilegiado, por lo que su vida siempre estuvo allí en lo público hasta el último momento.

5. ESTUDIOSO: La vida no le facilitó su formación académica; sin embargo, a sus 18 años y con pura fuerza de voluntad empezó su bachillerato, el cual culminaría tras varios esfuerzos; y entendiendo que era la vía para avanzar en sus proyectos y sueños, inició sus estudios tecnológicos y profesionales en Administración de empresas en la UNISUR, hoy Universidad Nacional a Abierta y a Distancia UNAD. Luego además de cursos y diplomados, cursó su especialización en docencia universitaria y recientemente, se graduó en su segunda carrera, esta vez como Administrador Público. Un ejemplo de persistencia que debemos recordar. 

6. SOÑADOR: Las circunstancias de enfermedad que llevaron a la muerte de mi padre, nunca mellaron sus sueños; siempre estaba proyectando viajes, obras, trabajos... Logró construir una familia, logró dar forma a la casa propia, logró formarse, logró ayudar a otros, y quedaron muchas cosas más por realizar, viajes y juegos con su nieta Sara Alejandra, tardes de descanso que siempre pospuso, partidos de fútbol por ver y jugar; pero para los soñadores, para quienes se proyectan hacia adelante, siempre quedarán cosas por hacer.  


7. GENEROSO: En su vida siempre fue generoso, en la medida de lo posible y según las circunstancias, trató de ayudar a quienes necesitaban. Siempre trató por igual a todos, a los trabajadores rasos como a los doctores, a todos los valoraba y fue el mismo para todos. “Luchito” siempre estaba ahí para los demás, una virtud que es difícil de cultivar pero que es signo de una gran persona: “dar sin esperar”.

8. DIRECTO: Él no se ponía con rodeos, no gustaba de dar vueltas a las cosas, aunque en muchos casos eso le granjeó enemistades. Y es que ser directo trae como consecuencia, que no todos tomen bien las palabras expresadas, pero trae consigo la tranquilidad de saber a qué atenerse y conocer el carácter de las personas con las que se trata. Él siempre fue el mismo, sin imposturas, sin poses, sin shows, sin falsedades. 

9. CRÍTICO: Mi padre no solo era directo, sino crítico de lo que sucedía a su alrededor, a nivel regional y a nivel nacional. Y esto era parte de su compromiso político al construir un municipio como Arbeláez en donde pudieran debatirse las ideas, las posiciones políticas sin temerle a la controversia. Disfrutada de los debates políticos, y de tener contradictores, que pese a las diferencias no dejaban de ser amigos o compañeros. 


10. FAMILIAR:  Criado en una generación y un contexto familiar en el que las expresiones de afecto no eran lo usual, logró formar una familia feliz, estable y sólida, llena de amor más allá de lo que las palabras pueden expresar, con compromisos fundamentales, con lazos fuertes que se han puesto a prueba infinidad de veces por tantas circunstancias y personas que de cuando en cuando buscan mellar, desestabilizar y destruir lo que en la intimidad de este hogar se ha gestado con jornadas extenuantes de trabajo, con dolores, con alegrías, con amor, con la vida misma y sus formas impredecibles. 

                                              ***
Estas son las lecciones que mi padre me deja, y nos deja. Mi padre no ha muerto si ustedes lo invitan a conversar, si al son de un tinto o una cerveza hablan de la vida, de política, de obras, de deporte, de trivialidades y de grandes temas… no habrá muerto si lo llaman cuando hablen y digan: “como decía Luis Bernal…” 

En este instante, solo nos resta recordar los momentos vividos y las experiencias compartidas. Tenemos tantas personas a las cuales agradecerles, todas igual de importantes, no hay quien pueda dar cuenta del apoyo fundamental que significó, el más pequeño gesto así como el mayor de los esfuerzos. 

A todos los presentes y a quienes no han podido venir, pero que de corazón nos han acompañado, en nombre de mi padre, de mi madre y en el mío y de mi hija, gracias a sus hermanos, a sus amigos, a sus compañeros, a todos: GRACIAS. 

*Palabras pronunciadas en el funeral de Luis Hernando Bernal Sabogal el 22 de abril de 2017.

20/3/17

¿POR QUÉ LE PASAN COSAS MALAS A LA GENTE BUENA?: CRITICA


¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? 


Por Oswaldo Bernal










La pregunta que titula a un libro, que por cierto parece que vende mucho -lo cual me alegra porque confirma mi punto de crítica-, solo evidencia el sinsentido, lo pobre, mal redactada, vacía, o cuando menos cándida y prejuiciosa pregunta que solo puede atraer a lectores del mismo estilo. Lo siento por quien se considere de mejor estirpe que el libro que lee, pero para bien o mal, somos en buena medida lo que leemos. 


Este libro no tuve el pesar de leerlo completo, pero hay cosas que es mejor no terminar, aunque ello no me libró de que me lo refirieran de manera "evangélica" como quien ha encontrado una nueva verdad y no puede negarse a compartirla por lo que terminé enterándome del contenido de todo el texto. Así las cosas, mejor vamos al grano, vamos a la pregunta porque al final, el libro solo da respuesta a esta pregunta, entonces, exploremos lo que se esconde tras la pregunta. 



¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?



Punto 1: ¡¿En serio alguien con algún criterio espera dar cuenta del porqué fundamental, detrás de hechos aleatorios e inconexos como lo que llamamos “gente buena” y “cosas malas”?!. Basta ya de ingenuidades y engaños: La verdad más escueta de la que podemos hablar es “a la gente le pasan cosas, y punto final”.


¡¿De cuándo acá existe algo así como “gente buena”?! No es acaso esta expresión de los mismos fabricantes de las expresiones “gente de bien”, o “gente bien”, expresiones con sentidos diferentes, por demás. ¿Y quién le cree al pobre autor de ese libro la artificiosa división moral de la población? Se nota que vive y escribe para habitantes, muchos al parecer, de un mundo dicotómico moral en el que las cosas son binarias: buenas o malas. El día que salgan de la burbuja en que habitan abrirán los ojos al mundo diverso en el que no hay algo como la “gente buena”, hay gente, tan compleja, diversa y diferente, que entre sí pudieran categorizarse de las maneras aún más diversas, viendo a unos como los más notables bondadosos y otros como el mal encarnado, pero en cualquier caso, nada sería tan trivial como la división moral de la población en “gente buena” y… el resto de gente. 

Punto 2: Si no existe la gente buena, sino que existen personas, gente en general; así mismo, no existen “cosas malas” con independencia de las personas a quienes les sucedan “cosas”, ni dichas cosas existen con independencia de las valoraciones que ellas hagan de estas cosas en sus vidas en el instante en el que las valores y por el tiempo que así lo hagan. 

Punto 3: Las cosas suceden. Las cosas no “les pasan…”. No existe algo así como un cierto orden moral en el que por razones místicas y ocultas, los “buenos” han de enfrentarse a “cosas malas”, y por eso "les pasan...". Esta sola idea, sumada a las anteriores deben revelar el nulo valor que se halla en sus letras, no obstante, ante la tentación, el populismo y la tendencia a leer y creer cuanta cosas hay en la calle presentada como “Best Seller” -como si ello fuera garantía de algo-, entraré a examinar la idea fundamental de este libro, encerrada en la frase: “No hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros a los nuestros; no olvides que con el paso del tiempo, todo lo paga uno en esta vida” del autor del libro, Iván Gutiérrez Rodríguez. 

La increíble ley del talión espiritual

Las cosas va siendo, más o menos, que todo se paga en esta vida, y que aunque usted no lo crea, ni lo sepa, las cosas que le pasan, deben pasarle por algo, aunque la justificación espiritual, cósmica no esté clara, no la conozca y nunca la vaya a conocer. 

En este caso, este libro solo es el reflejo de la idea popular de “Todo se paga en esta vida”, o mejor, “Dios no se queda con nada”. Frases que indican (contrariamente a la creencia cristiana) que la justicia divina no viene en el más allá, sino que se vino pa’l más acá. Es decir, que al que algo malo hace se la van a cobrar, bien sea dios, la vida, el universo, la energía, el karma etc., y si no es en carne propia, será a través de sus descendientes.

Hasta aquí, ninguna evidencia se arroja más que “testimonios” de dulces e ingenuos creyentes que validan las fantasías del autor. Esto más o menos ya debería dar al lector una idea de la pobreza del texto referida anteriormente, pero para que los calificativos aquí expresados no sean culpados de vacíos y pretenciosos, hemos de indicar las causas que subyacen a la crítica: 

1. No todas las preguntas tienen respuesta: Es tan obvia en algunos casos la situación que me da pena hasta tener que escribirlo, pero no en vano la gente cae en errores por cuenta de no tener presente esa sencilla verdad “No todas las preguntas tienen respuesta”, y esto implica, que aunque caigamos en la ilusión (o seamos llevados al error como por este libro) de asociar hechos desconectados como personas y la valoración moral de los hechos que suceden en sus vidas, no es más que un acto de pretenciosa imaginación querer hallar causalidades morales, donde no las hay. 

Cualquier persona puede preguntarse un sinnúmero de cuestiones relativas a los más diversos órdenes, como el físico (¿a qué sabrá la carne de una vaca que crezca en un planeta que orbite Trappist- 1?), el filosófico (¿Cuál es sentido de la existencia?), el religioso (¿Cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler?) o cosas menos interesantes ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?

Cada quien decide qué preguntar, de lo que no se desprende que tengamos la capacidad de dar un respuesta a la pregunta, y no me refiero a intentar responder, sino a genuinas respuestas que vayan más allá de las creencias personales del autor, por ejemplo, tal como es el caso.

En conclusión: Debemos reconocer nuestros límites, y no ir más allá de ellos, aunque la curiosidad no hale, es un acto de responsabilidad no embaucar a nadie por cuenta de nuestras pretensiones personales de querer responder lo que no se puede responder, en este caso, preguntas sobre la naturaleza moral esotérica de la existencia única base de los planteamientos del autor.

2. La venganza por mano ajena: Ahora bien, si por un lado debemos reconocer nuestros límites, y no ir más allá de ellos; por otro lado, debemos reconocer que esto del “karma” o de la naturaleza “moral”, de buenas y malas cosas que les pasan a las personas, deviene en la venganza por mano ajena. Es decir, “si todo se paga” es obvio que, alguien (dios, energía, universo) tomará la justicia en sus manos porque usted como individuo fue incapaz de lograr dicha justicia por medios materiales, efectivos y presentes. Así las cosas, entonces, esta esperanza en la justicia universal, no es otra cosa que la idea que de si te portas bien te irá bien, y si te portas mal, te irá mal. Pero si te fue mal, siendo bueno, la culpa es de otro y tú lo estás pagando, según la macro visión espiritual del autor del texto. ¿Y qué evidencia hay de dicha “justicia”? Solo gente que repite que es así, porque así les parece. 



CONCLUSIONES. 



1. La vida no es moral. No es ni buena, ni mala. La vida es.


2. Las ansias de querer encontrar respuestas llevan a muchos a negar la razón y su juicio por cuenta de creer en una respuesta, cualquiera que sea y por descabellada que sea. 

3. Debemos aprender a vivir con ciertas certezas y cierta incertidumbre, so pena de sucumbir ante engaños.

4. Este tipo de textos sólo son un reflejo de las creencias populares, que hallan eco y validación en aquellos que preguntan, y que responden ingenuamente una pregunta igual de ingenua. 

5. La perversa idea de que hay gente clasificada por “moral”, buenos y malos es tan peligrosa que merece otro post completo.

Referencia: 

Imagen tomada de: http://cde.laprensa.e3.pe/ima/0/0/0/1/9/19511.jpg

6/5/14

Posmodernidad: “La filosofía de los ignorantes”. Una crítica a la docencia a propósito de Mario Bunge

Posmodernidad: “La filosofía de los ignorantes”.
Una crítica a la docencia a propósito de Mario Bunge



Por: Luis Oswaldo Bernal Correa
Licenciado en Filosofía

Es tan provocativa esta frase que uso como título, que no podía evitar comentarla. La leí el pasado domingo 4 de mayo, en la sección de “Educación” del Periódico El Espectador (Colombia), en una entrevista dada por Mario Bunge a Agenciasinc, y que se reproduce casi completamente en el impreso Colombiano.

A modo de advertencia

Empiezo por confesar que a Mario Bunge lo leí durante mis estudios de filosofía para confirmar las sospechas -bien fundadas- que mi profesor de Filosofía de la Ciencia sembraba sobre nuestras incautas y curiosas mentes; al señalar a Bunge por su falta de originalidad, por sus resúmenes mal hechos de las discusiones científicas y por un simplismo en su pensamiento que hacían de su lectura una pérdida de tiempo. Lo curioso de todo esto es que su famoso texto “La ciencia: Su método y su filosofía”, cabalga rampantemente por las manos –porque las mentes son otra cosa- de los estudiantes de bachillerato de muchos colegios en Colombia, creyéndola fuente invaluable de conocimiento. Sin embargo, hay un problema mayor, más grave y más interesante: el vacío intelectual de la academia, al que me voy a referir y que me surge tras la lectura del artículo de Bunge.


En contra de la Posmodernidad

La discusión entre modernidad y posmodernidad, que hoy muchos estudiantes y docentes de humanidades, sociales y educación zanjan rápidamente eligiendo -casi por principio- a la posmodernidad por sobre cualquiera otro modo de pensamiento, es atacada sin temor por Bunge, quien señala que el pensamiento posmoderno es: inmoral, suicida y reaccionario, o como lo llama: “la filosofía de los ignorantes”.  

Ciertamente tiene elementos de razón para muchas de sus apreciaciones, no por los argumentos que presenta en esta entrevista -que siempre pueden ser controvertidos-, sino porque muy pocos  profesionales y estudiantes están en condiciones de referenciar cabalmente las palabras, las tesis, los supuestos y los autores que señala Bunge en la entrevista. Para decirlo más claramente, hay una creciente ignorancia que se toma la academia, desde el bachillerato hasta la universidad, se habla, se escribe y se discute de cosas, teorías y autores que no se conocen. Bunge le habla a una comunidad que no tienen oídos. 

No pensar es una opción de vida: repitamos

En la era de la información caracterizada por el exceso de fuentes y datos, así como por la multiplicidad de canales y medios para acceder a ella, es inversamente proporcional el número dispositivos de acceso a la información respecto al número de lectores inteligentes[1]. La inteligencia está asociada a la capacidad de análisis (y a ella me refiero), así como a la responsabilidad que le sobreviene en el contexto educativo.

Hoy por desgracia tenemos acceso a mayores y mejores fuentes de información, pero lo que hacemos con ellas es lamentable, porque ahora la gente sólo repite. Muchas voces en la academia son de “repetidores” que fungen como “profesores”, y que gozan gastando horas y horas en clases de filosofía, historia, metodología, epistemología, seminarios etc., repitiendo autores que no conocen, que escribieron libros que no han leído, y que citan irrelevantemente gracias a algún resumen encontrado en un libro de métodos de investigación, cuando no ha sido rampantemente plagiado de la red.

¿Los conocen? Yo sí. Estos profesionales – muchos colegas míos- no cuentan con análisis personales, con tesis, ni con posturas teóricas. Son entes vacios, intelectualmente hablando. Escucharlos es casi como ir a la Iglesia a dormir porque “todo es relativo”, “todo es tolerable” y se puede conciliar y complementar, todo es paz y amor en mundo ideal. Lo absurdo de esta postura no son sus aseveraciones, sino que carecen de elementos que las sustenten; son sólo repetidores. No hay modo de entablar un diálogo, ni un debate porque “no hay con quien”, no poseen los elementos.

Recuerdo ver cómo citan a Platón y hablan de Aristóteles, a Popper y a Kuhn,  sin si quiera haberse atrevido a constatar las afirmaciones de los resúmenes que presentan. Hablan de la  ciencia, de la historia y de la filosofía repitiendo citas, fechas y nombres que ni siquiera saben pronunciar. Estos profesionales pululan en las aulas universitarias y también en los colegios, con el poder de la estructura y la nota, con la ignorancia como principio y proyecto de vida. ¡Y después nos preguntamos por la calidad en la educación!

En fin, Dilthey, Levi-Strauss, Foucault, Deleuze, Nietszche, Heidegger y tantos otros, tienen en los repetidores su peor expresión, porque estemos o no de acuerdo con sus tesis (las de los filósofos), seamos o no afines con la modernidad o la posmodernidad, en estos profesionales (quienes en casos cada vez más frecuentes son magister y doctores) los planteamientos de grandes autores pierden valor.

¿Cuántas hojas hay que leer?

La diferencia entre un profesional recién egresado y alguien que ha dedicado más tiempo al estudio académico de un área del conocimiento debe ser la amplitud y profundidad de su saber. Es la experiencia y la experticia combinadas en un saber nuevo y de altura. Empero, muy a mi pesar, hoy los lectores exigentes son escasos pues muchas veces la gente “pelea y grita” no por el tipo de lectura sino por la cantidad de hojas que deben leer.  ¡Es absurdo!

Por esto, sin entrar a rebatir las provocadoras tesis de Bunge, debo señalar que aunque disiento en varios puntos que plantea, cómo sería de bueno poder encontrarse con docentes y estudiantes de la talla intelectual de éste personaje. No todos tienen que ser filósofos –aunque Oppenheimer, nos recuerda que en la UBA hay casi 3 filósofos por cada físico- sólo tienen que ser responsables con el saber que pretenden en enseñar, leer y aprender de lo que hablan, y asumir éticamente el reto y la responsabilidad de ser maestros, y no vanos repetidores.

Así pues, tras la lectura de la realidad que conozco, y a propósito de las palabras de Bunge, debo decir que: Mientras estemos en manos de los repetidores –con títulos, pero repetidores- la educación universitaria y secundaria será presa de la ignorancia y la irrelevancia como principios de la enseñanza.   




[1] Algún día propondré un estudio que sustente esta aseveración, por el momento dejémosla en intuición.

 Referencias 

Entrevista en El Espectador: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/hay-muchos-problemas-no-tengo-tiempo-de-morirme-articulo-490275

Entrevista Original y completa en: http://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Me-quedan-muchos-problemas-por-resolver-no-tengo-tiempo-de-morirme

Fotografía: Mario Bunge en Madrid. / Olmo Calvo / Sinc Tomada de: http://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Me-quedan-muchos-problemas-por-resolver-no-tengo-tiempo-de-morirme

Imagen libro: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCfQxLB2ud6-pzQAmHk1vIGGDed5v0knFMN-rZtVV51rOsaeLMJtOa5MaKbqNavDaNLzR4bkfdz17VetZWJv98TMff_KuZxuxyDOYEJyM7B98ARfwijvzR4dt1YrWbEAim1sFpkcd1spY/s320/portadabunge.jpg

ADVERTENCIA DE USO: El uso que se hace de las imágenes es ilustrativo, no comercial. Si usted es propietario de estas imágenes y considera que su uso en este post viola sus derechos de propiedad y/o uso, por favor háganoslo saber y procederemos a retirar las mismas. 

27/8/13

UN PUEBLO AL QUE LE SANGRAN LOS PIES: LO QUE HAY DETRÁS DEL PARO NACIONAL

 UN PUEBLO AL QUE LE SANGRAN LOS PIES: 
LO QUE HAY DETRÁS DEL PARO NACIONAL


¿Qué diferencia hay para los muertos, los huérfanos y los refugiados que la loca destrucción venga bajo el nombre del totalitarismo o el sagrado nombre de la libertad y la democracia? 
Ghandi

Por: Oswaldo Bernal 

En Colombia, un país en donde el espíritu humano se adormece década tras  década hasta sumar siglos, no es extraño que haya un “Paro Nacional”. De cuando en cuando, hay paros, protestas, marchas y arengas que parecen haberse convertido en la canción de fondo de una realidad social, económica y política indignante, ofensiva e intolerable. Sin embargo, pocos se detienen a escuchar la protesta que se canta con dolor y en silencio en la rutina de los resignados.

Si hay algo equiparable con la injusticia, la agresión y la violencia a la que se ha visto expuesto el pueblo Colombiano es la intolerancia e insolidaridad de otros tantos colombianos que desconocen voluntariamente las luchas de los más necesitados, las luchas por la vida del pueblo que intenta sobrevivir con un salario mínimo; el pueblo que ruega porque sus hijos siquiera terminen la escuela; el pueblo que espera que a sus hijos “el estudio los saque adelante” para no tener que “donarlos” a los buitres de la guerra, para que a cambio de la vida y los sueños de sus hijos los llamen en un insulto eufemístico: “héroes”.

Este pueblo que ruega por un cupo o una beca ¡por amor a un Dios!, para que sus hijos puedan entrar a una universidad, o por lo menos al SENA.

Un pueblo que se construye en las manos del trabajador de la construcción, del “ruso” que levanta un ladrillo porque la vida no le mostró muy claramente cómo levantar un lápiz; un pueblo que se hunde en la tierra negra, en el lodo espeso, en la siembra ardua, en la pesca brava bajo el sol.

No hay pueblo que aguante


Un pueblo al que lo han acostumbrado a no tener nada más que ilusiones, un pueblo para quien la vida es un lujo, y la salud un obsequio al que solo algunos podrán acceder algún día de manera fortuita, un pueblo que pide a gritos que lo atiendan en una sala de emergencia, que pide que lo trate un buen médico y que la E.P.S. cubra el tratamiento y no tenga que rogar por el derecho a la salud, un pueblo al que lo engañan con regalos, al que le dicen que el “avance y el progreso” están en ese computador nuevo -que si no se lo roban, lo guardan para que nadie lo use-, un pueblo al que engañan con tabletas, Smartphone y conciertos; un pueblo que lo forman sólo para que sean empleados funcionales, un pueblo para quien la educación de calidad es un espejismo en la distancia de la vida, un pueblo que mantiene la ilusión de que educarse represente algún día la “concreta” posibilidad de mejorar la vida, sin tener que mendigar un pan, o pauperizar sus servicios profesionales a través de “contratos” de prestación de servicios, o cooperativas que se roban parte del dinero de los trabajadores sólo porque “son intermediarios” y “nos” ayudaron a conseguir un trabajo para que no nos muriéramos de hambre.

Un pueblo que espera que un día le paguen lo justo por hacer lo que hace -y hacerlo bien, como siempre-, o ¿Por qué un reciclador, o un recolector de basura debe ganarse un sueldo con el que a duras penas puede vivir? ¿Acaso no tiene las competencias requeridas para hacer el trabajo que hace? ¿Qué debe hacer para que le paguen un sueldo que le permita proyectar una mejora en su calidad de vida? ¿Necesita ser bilingüe? ¿Tener un master? ¿Cuántos años de experiencia? ¿Qué se necesita para que la pobreza y la miseria no se reproduzcan más con la venia de todos?

Este pueblo está cansado de la gente que tranza con las necesidades ajenas como hacen los “pequeños políticos” que te ofrecen en un vulgar negocio, cambiar tu voto ciudadano por algún obsequio, un cargo o un dinero en efectivo. ¿Cuánto vale la democracia en Colombia? Por lo general solo $50.000 pesos o menos.

Este pueblo hace siglos camina descalzo los caminos de herradura, las carreteras destapadas, los pastos verdes, los bosques con su follaje y sus hojas secas en el piso, a este pueblo hace mucho que le sangran los pies de tanto caminar.

Indiferencia y política

Y hoy hay quien dice en Colombia: “Protesten, pero por favor, no obstruyan las vías”; “Protesten pero, por favor, de forma pacífica, no dañen nada”…

¿Qué es acaso lo que significan estas palabras?

¿Que protesten sin afectar a nadie? ¿Qué griten en silencio? Sí, sería interesante ver algún día marchar a millones de personas por las calles de Bogotá y llenar sus vías para que el mundo se pregunte ¿Qué pasa en Colombia? ¿Qué le sucedió al pueblo colombiano? Pero lo cierto es que ese día aún no ha llegado, lo cierto es que hoy el pueblo grita y llora porque de un momento a otro, hemos empezado a mendigar la vida y el trabajo, porque de un momento a otro nos hemos visto ultrajados con condiciones sociales humillantes, o ¿cómo llamaríamos a la injusticia legalizada de que “representantes” del pueblo se enriquezcan en sus cargos y curules, legislando en beneficio de ellos, o de otros pero no del pueblo que pide leyes que protejan la vida, el trabajo y la dignidad?

¿Qué es eso “tan importante” que hacen los políticos que se merecen salarios exorbitantes cuyas cifras mensuales parecen el premio de alguna lotería, y que ofenden profundamente a los trabajadores que cuentan las horas para poder recibir algo de dinero fruto de su sudor y su trabajo?

¿Qué sucede con la gente de Colombia que nos hemos acostumbrado al robo, a la estafa, al delito… a la corrupción? ¿Qué sucede con aquellos Colombianos que esperan que pronto se acaben las protestas y el “Paro” para poder salir otra vez a pasear? ¿Qué sucede con la solidaridad? ¿Qué sucede en Colombia que sólo vemos al otro cuando nos afecta, y esperamos que la policía resuelva todo lo más rápido posible, sin conocer qué pasa, ni por qué se protesta? ¿Qué sucede en Colombia que nos resulta tan ofensiva la protesta que otro colombiano hace por sus derechos y su vida? ¿Por qué tantos prefieren dictar las normas sobre qué deberían hacer y cómo deberían protestar en lugar de comprender por qué están protestando? ¿Por qué se asume tan fácil y cómodamente la postura de despreciar TODAS las acciones populares por cuenta de hechos violentos que aunque reprochables y castigables, no reducen, ni eliminan las causas y los problemas que gestaron las protestas?

¿De dónde nos viene la idea de que “tener la vías libres” es un derecho equiparable siquiera a la vida que se están jugando quienes protestan por el amparo del Estado para que sus familias y su medio de sustento no desaparezcan, y no desaparezcan ellos también? ¿Por qué quieren acallar las protestas y “el paro” para hablar o negociar, si antes de quien hubiera paro el Estado en cabeza del gobierno no veía ningún problema y creía que todo estaba perfecto? ¿Qué es lo que tanto molesta? ¿Por qué ahora quien protesta es culpable de la “Crisis Nacional” y se les pide que “no protesten más” porque acabarán con el país? ¿En qué momento la retórica cambió los papeles para que la dignidad y el dolor lo cambiáramos por el orden y la “paz del bolillo” y la acostumbrada persecución, bajo la mascarada del “exceso de fuerza”? Frente a quienes se preguntan hoy ¿porqué las protestas de unos afectan a otros? Hay que responder que la intensión de toda protesta es vincular por fuerza de la misma, y por vía de la afectación a quienes viven una realidad distinta en el mismo territorio, “parar el país”, detener su marcha para que todos nos demos cuenta de lo que está pasando, y dejemos de hacernos los de la “vista gorda” ante las necesidades ajenas.

Las consecuencias

Este paro es la evidencia no planeada de la inconformidad social que existe en Colombia ante la humillante desigualdad que nos caracteriza como país, en donde la miseria se ha convertido en un problema estético más que social, en donde la dignidad, la honradez y la decencia se mide por la marca de ropa que llevas encima, y en donde la educación no se sabe para qué sirve en realidad.

Este es sólo un paro, uno de muchos, el más reciente de muchos, pero es una nueva oportunidad para buscar en la solidaridad de quienes tienen los mismos problemas alguna salida; ésta es la oportunidad para que alguien vea por un instante la penosa condición del pueblo Colombiano, que alguien más allá de nuestras pasiones partidistas, fraccionarias y políticas que juzgan todo desde sus colores y premisas, reconozca que este país late y lucha por debajo de los titulares y por debajo del precio del dólar cada día.

Esta es una nueva evidencia de que Colombia, por más que un siglo entero de luchas la hayan desangrado, aún quiere vivir dignamente, sin inequidad, sin injusticias, sin tener que apostar la vida todos los días por un mendrugo de pan. La única consecuencia posible ante la insolidaridad y la indiferencia será la condena de este país a reproducir las condiciones de miseria que han perpetuado en Colombia indignas condiciones de vida, que nos llevan inevitablemente a la muerte. Colombia quiere vivir.