Dios ya NO ayuda a quien madruga.
Por: Luis Oswaldo Bernal Correa
Ella se
levantó muy temprano porque afortunadamente hace dos meses consiguió un trabajo
-que la verdad no tiene buena paga, sólo recibe el salario mínimo-. Eran las
5:30 am, y la emisora que escuchaba ofrecía buena música, aunque en breve
empezarían las noticias. Un tinto y al baño. El agua está fría, siempre está
fría. Ya han pasado 15 minutos y sale envuelta en la toalla para su cuarto, se
viste y mientras tanto deja preparando su desayuno: huevos, café y pan. Se
arregla el cabello y se maquilla. El desayuno está listo. Debe comer rápido, ya
son las 6: 04 am y si se demora mucho, todo su día se verá muy mal porque
aunque faltan casi dos horas para iniciar su jornada laboral: el reto es llegar
al trabajo.
Sale presurosa
a las 6: 17 am, con un retraso de 2 minutos; ya no camina, corre. Debe reponer
el tiempo que seguramente perdió en el baño. Llega a la estación y la fila es
larga, todos se mueven inquietos con los cabellos mojados y observando adelante como si ello incidiera en la velocidad con que
la gente saca su dinero de la billetera, paga el ticket y entra al sistema.
Todos quieren ir rápido porque una vez dentro la velocidad no existirá, en su
lugar la angustia los poseerá.
Ella mira su reloj
presurosa, y observa ansiosa el aviso de la llegada de su transporte, aunque
las veinte personas que hay por delante de ella con la ilusión de abordar la detendrán
en la estación por lo menos otros diez minutos.
Es la única que pudo subirse al bus, y ya han pasado
25 minutos, es algo intolerable e inevitable. Ahora, debe impedir que la roben durante
el recorrido, mientras reza porque no haya ningún inconveniente en el trayecto.
Ha llegado
justo a tiempo, tras la habitual carrera a su trabajo. Esquiva talentosamente a
otras personas que transitan suavemente por la acera, y se pregunta ¿qué hacen
para ganarse la vida que no les exige correr en las mañanas? ¿Será que viven
cerca? ¿Será que son millonarios o pensionados? Mientras acelera su paso,
golpea a un hombre por esquivar a otro que salió a pasear a su perro, como
todas las mañanas. Pide disculpas sin voltearse a mirar, ello implicaría perder
segundos valiosos, y no puede darse ese privilegio. Agitada, llega a la puerta
de la empresa. Descansa. Ya no es suficiente levantarse temprano. Ha llegado
tarde nuevamente, es la vez número 60, quizás esta vez la despidan. O tal vez
cuente con suerte porque los jefes siempre llegan más tarde.
REFERENCIA
Imagen tomada de:
https://previews.123rf.com/images/vectorlab/vectorlab1701/vectorlab170100104/69293223-mujer-de-negocios-de-arte-pop-con-malet%C3%ADn-corriendo-para-trabajar-ilustraci%C3%B3n-vectorial.jpg
Identificador de la imagen : 69293223
Tipo de medios : Vector
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