2/3/20

Dios ya NO ayuda a quien madruga. (Cuento corto)

Dios ya NO ayuda a quien madruga.

                                                                        Por: Luis Oswaldo Bernal Correa






Ella se levantó muy temprano porque afortunadamente hace dos meses consiguió un trabajo -que la verdad no tiene buena paga, sólo recibe el salario mínimo-. Eran las 5:30 am, y la emisora que escuchaba ofrecía buena música, aunque en breve empezarían las noticias. Un tinto y al baño. El agua está fría, siempre está fría. Ya han pasado 15 minutos y sale envuelta en la toalla para su cuarto, se viste y mientras tanto deja preparando su desayuno: huevos, café y pan. Se arregla el cabello y se maquilla. El desayuno está listo. Debe comer rápido, ya son las 6: 04 am y si se demora mucho, todo su día se verá muy mal porque aunque faltan casi dos horas para iniciar su jornada laboral: el reto es llegar al trabajo.

Sale presurosa a las 6: 17 am, con un retraso de 2 minutos; ya no camina, corre. Debe reponer el tiempo que seguramente perdió en el baño. Llega a la estación y la fila es larga, todos se mueven inquietos con los cabellos mojados y observando adelante  como si ello incidiera en la velocidad con que la gente saca su dinero de la billetera, paga el ticket y entra al sistema. Todos quieren ir rápido porque una vez dentro la velocidad no existirá, en su lugar la angustia los poseerá.

Ella mira su reloj presurosa, y observa ansiosa el aviso de la llegada de su transporte, aunque las veinte personas que hay por delante de ella con la ilusión de abordar la detendrán en la estación por lo menos otros diez minutos.

Es la única que pudo subirse al bus, y ya han pasado 25 minutos, es algo intolerable e inevitable. Ahora, debe impedir que la roben durante el recorrido, mientras reza porque no haya ningún inconveniente en el trayecto.


Ha llegado justo a tiempo, tras la habitual carrera a su trabajo. Esquiva talentosamente a otras personas que transitan suavemente por la acera, y se pregunta ¿qué hacen para ganarse la vida que no les exige correr en las mañanas? ¿Será que viven cerca? ¿Será que son millonarios o pensionados? Mientras acelera su paso, golpea a un hombre por esquivar a otro que salió a pasear a su perro, como todas las mañanas. Pide disculpas sin voltearse a mirar, ello implicaría perder segundos valiosos, y no puede darse ese privilegio. Agitada, llega a la puerta de la empresa. Descansa. Ya no es suficiente levantarse temprano. Ha llegado tarde nuevamente, es la vez número 60, quizás esta vez la despidan. O tal vez cuente con suerte porque los jefes siempre llegan más tarde. 


REFERENCIA


Imagen tomada de:

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Identificador de la imagen : 69293223
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